El vibrante enfrentamiento entre Tigre y Chacarita en la Copa Argentina tomó un giro oscuro cuando un acto de violencia impactó en el corazón del juego. Fernando Brandán, jugador del Funebrero, se convirtió en el foco de atención tras recibir un golpe desde las gradas, justo después de que Tigre t
omara la delantera con un gol de Brahian Alemán.
El estadio estalló en caos cuando una botella voló desde la tribuna y golpeó directamente el rostro de Brandán, dejándolo herido y obligando a su retirada del campo. Este lamentable incidente desencadenó una serie de eventos que culminaron en la suspensión del partido.
La incertidumbre se apoderó de los jugadores y los espectadores mientras el árbitro y los médicos evaluaban la situación en medio de la tensión creciente. La intervención del presidente de Chacarita, Néstor Di Pierro, agregó un nuevo nivel de drama cuando confirmó la gravedad de las lesiones de Brandán.
A pesar de los esfuerzos para mantener la calma y continuar con el juego, el daño ya estaba hecho. A medida que las autoridades identificaban y detenían al responsable del acto violento, la triste realidad se hacía evidente: el fútbol, un deporte que debería unir a las personas, se había visto empañado por la violencia.
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